jueves, 10 de junio de 2010

Elecciones 2010

Estamos viviendo un proceso electoral, gracias al cual nuestros políticos y sus partidos están mostrando lo que para ellos significa la “nueva política”: gastos excesivos de campaña sin importarles topes o sanciones, una tendencia “fashion” del poder, grandes eventos, caravanas, autos de lujo, que groseramente chocan con la pobreza de la gente, cuerpos especializados de seguridad y, además de todo, una ligereza preocupante en el discurso y muchas promesas falsas, huecas y sólo convertidas en slogans baratos de campaña.

Los últimos cambios a las leyes electorales han convertido a nuestros comicios en todo lo descrito anteriormente. Ahora los políticos sólo se enfocan en dos o tres promesas, sobre los temas que preocupan a la gente y listo, no más tenencia (ya está derogada desde el 2007), hospitales para todos (nunca lo van a poder cumplir), si no puedo, me voy (ojala así lo hicieran). Desafortunadamente, no se ven planes de gobierno, visión de estado y menos un conocimiento real de la problemática estatal, ni de las posibles soluciones.

Estamos viendo cómo los poderes estatales están tratando de perpetuarse en el poder con sus delfines, casi todos ellos jóvenes, sin experiencia y, en muchos casos, sin esencia, solamente cubren el estereotipo marcado por la moda política del momento, el de la juventud y el buen peinado.

Los partidos políticos van por el objetivo de ganar los estados a cualquier precio, todo para poder alinear el poder para, por una parte, maniatar a la actual presidencia, tener la mano en la definición de reglas para la contienda del 2012 y, por último, cerrar los espacios a los oponentes políticos para la elección presidencial.

El problema es que si juntamos a todo esto, los agravios causados por la falta de rumbo, la inseguridad, la parálisis de las economías, la impericia para ejecutar los planes de gobierno, la falta de consensos para definir las reformas, el abuso de algunas autoridades y las complicidades que a diario vemos, el enorme ultraje que ve la población por parte de sus autoridades y de la clase política, y entonces se va haciendo un brecha entre gobernados y gobernantes extremadamente peligrosa.

El otro día me decía un taxista que por, una descompostura de su radio, dejó de escuchar las noticias y llegó a dos conclusiones: la primera, es que, efectivamente, los medios sólo dan malas noticias, claro si no lo hacen, no venden, decía; y, la segunda, me dijo, ya no quise seguir escuchando noticias porque me di cuenta que los políticos nunca mienten, siempre que denuncian las cochinadas que hacen sus adversarios, éstas son realidad, así mismo las que dicen de ellos, pero ¿y de que sirve? Es un mar de verdades que en el escándalo se convierten en mentiras y, de todos modos, no pasa nada, concluyó. Vox populi, cuánta razón tiene.

El problema es que estamos llegando a niveles nunca antes vistos y en donde toda esta situación se está convirtiendo en una rutina diaria de agravios frente a la cual, desafortunadamente, nos estamos acostumbrando.

Pero, peligrosamente estamos llegando a los límites aceptables. Hoy la gente no cree en nada, ante las campañas sólo van para ver qué reciben, vemos guerra de encuestas, enfrentamientos en casillas, rapto de operadores políticos previos a la elección, de nuevo estamos viendo todo tipo de operaciones fraudulentas en casillas. Y lo que nos falta por ver.

Para la elección del 2012, millones de spots nos caerán encima a través de los medios, una danza de millones de pesos, tirada a la basura en la búsqueda de nuestra más libre y pura democracia. Soy ferviente creyente del uso de la mercadotecnia política, pero de una manera racional y con una conciencia social. Hoy en México nos estamos lanzando al extremo y esto no está ayudando a nuestro sistema político.

Es urgente que se vuelva a revisar la ley electoral, es urgente que se reduzca el tiempo de campaña de manera drástica para bajar el costo de las elecciones, y que esto permita y obligue al mismo tiempo, que los partidos mantengan contacto permanente con los ciudadanos para servirlos y conocer sus demandas sociales, para resolverlas a través de sus estructuras y gobernantes.

México no puede seguir con este tipo de campañas ni con estos gastos electorales, debemos de revisar modelos para hacerlos más modernos y avanzados, para que esta modificación ayude a cambiar y consolidar la base de la democracia, con procesos más efectivos, sin tanto costo y que lo único que hacen es mostrar la miseria política de los políticos.

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