jueves, 2 de diciembre de 2010

El mal de México

Ahora, con el Bicentenario, se recuerdan las historias de la Revolución. Una de ellas es la que cuenta que Emiliano Zapata, estando en Palacio Nacional frente a la silla del presidente dijo: “La silla presidencial está embrujada; cualquier persona que se sienta en ella, se convierte en mala”.

El domingo el presidente Calderón y el PAN organizaron un acto para celebrar el cuarto año de su gobierno, en fastuosa ceremonia donde reunieron a diez mil panistas; conmemoraron, además, diez años de la llegada de su partido a Los Pinos. Las arengas de celebración fueron enfocadas a exteriorizar que el PRI es el causante de todas las desgracias de nuestro país.

Si Zapata renaciera y hubiera estado en el Auditorio Nacional, como aquella vez en Palacio, seguramente podría decir: “La Presidencia en México está embrujada y cualquier partido que llega a ella pierde la razón”. Claro, después de esto moriría nuevamente del berrinche.

Al parecer, en México la política es la que está embrujada. Cualquier partido que llega al poder se empieza a comportar de una misma manera, ve su mundo solamente, todos los anteriores son los malos de la película; no importa que lleve diez años en el poder y se está comportando igual, no importa tampoco que en esos diez años no haya podido cambiar al país y a sus funcionarios, no importa ya de qué partido sean, están cayendo en actos de corrupción igual o peor que el partido que gobernó en 70 años.

Es verdaderamente inverosímil que el partido en el poder trate de atacar a su antecesor haciendo lo mismo que ellos, diciendo lo mismo y no siendo consciente de sus grandes errores. No es posible que el partido en el poder pueda decir este tipo de arengas, cuando ha venido perdiendo la mayoría de las elecciones en los últimos dos años a manos del partido que tanto critica y no es posible que no puedan ver que la situación de los ciudadanos sigue igual que en los tiempos del PRI.

Con gran tristeza, lo único que me hace pensar es que es un problema que está enraizado en el mexicano, que va más allá de los partidos políticos, que es una desgracia nacional que se manifiesta en estos diez años del PAN, o en los 70 anteriores del PRI, o en los pocos que lleva el PRD en algunos estados. La práctica de la política es la misma, la corrupción, la búsqueda del beneficio personal, la defensa del dogma partidista sobre los intereses de la ciudadanía y de México, y que, por ambición al dinero de los impuestos y al poder mismo, se puede caer en decir cualquier cosa, aunque se repita el uso, para atacar al enemigo político, las mismas tácticas que ellos utilizaron durante muchos años.

Lo he repetido en varias ocasiones y, por desgracia, lo vuelvo a decir: la alternancia en México no ha tenido efecto, no ha servido de nada, porque nuestros políticos, sin importar cualquier partido, terminan haciendo lo que el molde del político mexicano, en gloriarse en el poder, decir verdades a medias, creerse su propio discurso, no ver la realidad del país y menos asumir que hubo errores y corregirlos.

Ejemplos tenemos a diario, lo que pasa con el diputado Godoy y su supuesta relación con el narco, las excesos de Amalia García en el Gobierno de Zacatecas y que ahora, por arte de magia, quiere jugar para la gubernatura del DF sin tener la residencia; o qué decir de AMLO, Juanito, los asesinatos de candidatos a gobernadores o de ex gobernadores, en fin, como dijera la frase de un antiguo cómico, “qué bonita familia”. Ésa es nuestra triste realidad.

Ahora que terminan las tan peleadas y mentadas celebraciones del Bicentenario, con una profunda tristeza se puede decir que en la actitud de los políticos no ha cambiado nada. Ahora que recordamos nuestra historia, vemos que seguimos igual, la lucha en el poder es encarnizada y se usan las mismas tácticas de siempre, no hemos avanzado mucho que digamos.

Hoy, el país está detenido por el egoísmo de los políticos, por su falta de visión; no hay liderazgo real, ni visión de Estado. Y lo peor es que, a 200 años de la Independencia y a cien de la Revolución, nuestra política tiene los mismos débiles fundamentos humanos. Ése es el mal de México.

Con esta lección se cierran las celebraciones del Bicentenario y los diez años de alternancia.

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