viernes, 14 de septiembre de 2012

Partidos destrozados



Nuestra democracia enfrenta las consecuencias de un añejo desgaste, los tres partidos tienen grandes pleitos internos, por diferentes razones y bajo distintas ópticas, pero podemos afirmar que nuestro sistema de partidos está quebrado, roto y en crisis.

El desarrollo social político y económico del país, así como el cambio generacional de nuestra sociedad, van configurando poco a poco un nuevo país.  Esto afecta, por supuesto, a la democracia y, sobre todo, a la forma de hacer política.

En la última elección vivimos una contienda generacional; este proceso electoral no fue de tecnócratas contra políticos, fue de jóvenes contra viejos, fue del enfrentamiento de la forma tradicional de hacer política contra una nueva forma de pensar y de ver la gestión gubernativa, fue de las viejas prácticas partidistas contra las nuevas campañas digitales, sólo por mencionar ejemplos muy visibles. Y, técnicamente, perdieron los políticos maduros, los viejos… pero perdieron ganando: llegaron al poder, pero bajo situaciones distintas.

El resultado visible ya lo conocemos, pero el resultado real es el trastrocamiento y la ruptura de todas las estructuras básicas de todos los partidos políticos. Veamos lo que está pasando: el PAN, después de muchos años de ser oposición, llegó al poder, mantuvo al país, pero se le olvidó algo muy importante, conectarse con el pueblo, no logró, en doce años de gobierno, hacer estructura que los vinculara con el pueblo con el fin de aumentar su base social y generar un grupo de aliados, el partido no creció porque siempre fue elitista y su filosofía no concuerda con los ideales del pueblo, técnicamente no pudo vincularse con el pueblo. Otro gran error del PAN fue crear poder desde el poder en lugar de crear poder a través de los ciudadanos, cosa que el PRI hizo muy bien por muchos años. En resumen, el PAN siempre fue un partido alejado de los ciudadanos y así se mantuvo.

Por su parte, al PRD le paso un poco lo contrario, usó tanto a su base social, pasó de un lado a otro continuamente y generó tanto clientelismo que, con la división de las bandas, los bandos, pandillas y demás grupúsculos creó una masa electoral que está muy lejos de los políticos, al mismo tiempo que las clases medias que los vieron como opción, se empezaron a dar cuenta de las inconsistencias y, en algunos casos, mentiras y abusos de sus dirigentes, mientras que, ante los últimos acontecimientos y pleitos entre las clases directivas, ya no saben a quién creerle y hay frustración y abandono. El partido entra en una refundación sin saber qué irá a pasar, lo único seguro es que todos están jalando agua para su molino personal. En resumen, los luchadores sociales se convirtieron en políticos de lujo y se olvidaron de la ideología y de las necesidades de sus partidarios y del pueblo.

Por su parte, el PRI se convirtió en oposición, de alguna manera aprendió la lección de estar fuera del poder y de la Presidencia e hizo planes para regresar, generó poder desde las gubernaturas y desde el congreso, usó todas las artimañas para cultivar a la población y, vía su tradicional disciplina, dejó a un lado los pleitos internos y trabajó hacia afuera; finalmente, logró el objetivo y, a pesar de sus luchas internas, llegó al poder nuevamente, con algunas lecciones aprendidas y otras no tanto. En resumen, trabajó de afuera hacia adentro, de abajo hacia arriba y consolidó su triunfo y logró, con el sistema de partidos, llegar a la meta.

De los demás partidos, no hay nada que decir, son franquicias familiares o de grupo que son comparsa de gremios cerrados en búsqueda de jugar a la política y ganar dinero.

Pero hoy, nuestra democracia enfrenta las consecuencias de este desgaste, los tres partidos tienen grandes pleitos internos, por diferentes razones y bajo distintas ópticas, pero podemos concluir que nuestro sistema de partidos está quebrado, roto y en crisis.

Y los problemas más graves son: uno, no se quieren dar cuenta o ya se empezaron a pelear; dos, están buscando soluciones en viejas recetas, nuevos partidos, pero con los mismos liderazgos, las mismas mentiras, todo igual, sólo con nombre nuevo; y, tres, a ninguno de los políticos se les ha ocurrido preguntarle algo a sus militantes y, menos, a la ciudadanía. Ciertamente, el único que quiso hacer el esfuerzo fue el PAN, pero, al parecer, hasta la fecha muy poca gente ha contestado.

¿Será que no sólo debemos de cambiar a los políticos, sino que nuestro sistema de partidos es el que ya está obsoleto? Ése es otro reto para Peña Nieto y su nuevo gobierno.

Consultor

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