jueves, 20 de septiembre de 2012

Patria



En memoria de los caídos en el terremoto de 1985.


El respeto y cariño a nuestra Patria, a nuestro México, está por los suelos. En esta última temporada de fiestas patrias, no se vio, ni se sintió, la tradicional mexicanidad que normalmente se vive en esas fechas.

De hecho, una amiga me contaba que hace unos días, con motivo de la celebración de la Independencia, colocó un comentario en redes sociales, sobre el orgullo de ser mexicano y de todo lo bueno que tiene nuestro país; el resultado que obtuvo fue una serie de comentarios groseros y negativos, mismos que se resumen en un mensaje que le llamo mucho la atención y que le recriminaba “¿qué tenemos de bueno y de qué podemos estar orgullosos en México?”. Es terrible que flote en el ambiente entre la ciudadanía una percepción de derrota, de falta de identidad, dentro de nosotros mismos como mexicanos y, ya en conjunto, como país.

Razones para tener ese sentimiento, desafortunadamente hay varias; entre las principales podemos anotar la inseguridad, la injusticia y la pobreza, pero creo que hay dos en  especial que han causado mucho daño a los ciudadanos en estos últimos años: uno, la falta de rectoría por parte del Estado hacia la sociedad para inculcar el nacionalismo, cuidar las tradiciones y promover los valores nacionales; en los gobiernos del PAN, desafortunadamente por un asunto electorero y de imagen, decidieron que deberían de borrar del mapa todo lo que tuviera que ver con la revolución, lo que ha causado un muy bajo fomento a las tradiciones, basta recordar el tipo de ceremonia de Bicentenario que tuvimos, en dónde brilló, por su ausencia, la cultura nacional antigua y no se hizo un trabajo para rescatar costumbres, lo autóctono, y el nacionalismo terminó siendo un monigote parado sin ningún chiste en el Zócalo de  la Ciudad o un monumento amorfo en Paseo a la Reforma, famoso por el alto costo y lo poco transparente de su construcción y que la vox pópuli lo reconoce con el nombre de una galleta.

Es hasta esta última campaña publicitaria, vinculada al informe presidencial, que el Presidente Calderón trata de fomentar los valores a la Patria en una anuncio muy bien logrado, en donde un abuelo se pone de pie  ante la aparición de la bandera y el himno nacionales y, poco a poco, los restantes miembros de la familia se van incorporando en señal de respeto y cariño a los símbolos más representativos de nuestra Patria. Sin embargo, desafortunadamente, lo hace hasta ahora, al final de su sexenio, como una reflexión de despedida a los ciudadanos; nunca es tarde, pero cómo país hemos perdido muchos años y, de ahí, surgen los malos comentarios y la falta de sensibilidad en la sociedad.

La segunda razón del hartazgo ciudadano y del poco cariño que hoy se profesa hacia nuestro México, es el estrepitoso ruido causado por los políticos egoístas y su necedad de confrontación por el poder en las últimas dos elecciones, en donde las únicas constantes han sido la denostación, los ataques y las mentiras, reforzando este alejamiento de los valores de nuestra cultura. Expresiones como las que recibió mi amiga por las redes sociales son un reflejo de todos estos años de enfrentamientos estériles que nos han llevado a una destrucción sistemática de nuestros valores.

Es necesario que el futuro gobierno, encabezado por Peña Nieto, ponga especial énfasis en rescatar, promover y fomentar la cultura del nacionalismo a través de las acciones combinadas de tres entidades que influyen en ello; la primera está  a cargo de la Secretaria de Gobernación, guardiana de la democracia, la civilidad, el flujo de la información y el uso de los signos y símbolos nacionales, quien, en éste último rubro, requiere dar un giro moderno y futurista. La segunda es la tarea orientada hacia la educación, el civismo y a inculcar en las nuevas generaciones el rescate histórico de nuestra cultura, desarrollando, también, nuevos escenarios culturales y educativos con innovación; y, el tercero, finalmente, es la cultura en toda su extensión, a cargo del Conaculta.

Cuando en una sociedad es necesaria la reconstrucción del tejido social, se debe empezar por promover lo que somos como personas, familias, comunidades, ciudades, regiones y país, con un marco de referencia que nos permite nacer, crecer y desarrollarnos, el cual se llama México, a quien debemos cuidar y por quien estamos obligados a luchar y trabajar.

México tuvo un esplendor cultural en los años 30 y 40, fueron años de oro; si queremos crecer como país, va a ser necesario que demos rienda suelta a nuestra creatividad, que fomentemos nuestros talentos y que dejemos atrás el ostracismo de una sinrazón dogmática que, en conjunto, con el exacerbado morbo de la nota roja y el ruido de la confrontación política, ha ensombrecido el cariño por nuestra Patria y nuestro gran País: México.

Consultor

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